Compartimos este artículo sobre “Patología mental y seguridad vial” que nos llega desde la Máster en Perfiles Forenses de Peligrosidad Criminal de la URJC.
Patología mental y seguridad vial
Hace un tiempo, en un viaje a Cádiz en tren, me dieron un periódico de tirada nacional donde leí una noticia sobre un accidente de tráfico en el que habían fallecido dos menores y un adulto, y otro adulto estaba en estado grave; algo a lo que por desgracia estamos acostumbrados. Por tanto, esto no fue lo que me sorprendió; lo que me sorprendió es que en la publicación afirmaban que el conductor tenía esquizofrenia diagnosticada desde hace un tiempo y había abandonado el tratamiento. Al ver esto me abrumaron algunas que otras cuestiones a las que necesitaba dar respuesta. Me planteé ¿cuál era la incidencia de conductores con una patología mental en nuestras carreteras sin control ni ayuda?, ¿cuántas víctimas habría a este respecto?, ¿cómo funcionaba el control de pacientes con una psicopatología y que se ponían al volante?, ¿tendrían unas condiciones especiales para la obtención del permiso y para la conducción?, ¿serían los que más infracciones cometerían?, ¿cómo afectaría esa patología a la forma de conducir?, entre otras muchas. Hablé con mi padre, pionero en los cursos de recuperación de puntos y sensibilización vial, y su respuesta fue que, en todos estos años como profesor, unos 40, no había encontrado algo similar, “probablemente muchos de mis alumnos tengan alguna patología, pero no se les ha hecho ningún control y ni lo sepan, por lo que nosotros lo desconocemos”.
A los pocos días, allí estaba yo, delante del ordenador investigando por la red. Me di cuenta enseguida de lo difícil que me iba a resultar esa indagación, pero al menos iba encontrando algún que otro resultado del que inducir resultados.
Siniestralidad vial y patología mental
La siniestralidad en nuestras carreteras es una de las principales preocupaciones de la sociedad por las enormes consecuencias psicosociales y económicas. En el pasado 2016 se registraron un total de 1.038 accidentes en vías interurbanas en los que fallecieron 1.160 personas y 5.067 necesitaron hospitalización y asistencia sanitaria (Dirección General de Tráfico, 2016). A pesar de estas aterradoras cifras, estamos de suerte, ya que al echar la vista atrás en 2003 se contabilizaron un total de 5.399 víctimas mortales en accidentes de tráfico. No solo es un problema nacional, ya que, según la Organización Mundial de la Salud, la considera una de las 10 primeras causas de muerte, estimando que fallecen en el mundo entre 1,2 y 1,5 millones de personas al año y sufren algún tipo de traumatismo entre 20 y 50 millones de personas (Las principales cifras de la Siniestralidad Vial, 2014). Esta misma organización, en 2001, ya anticipó la conexión entre accidentes de tráfico y enfermedad mental, aunque no haya datos de su prevalencia. Según la misma resulta imposible contabilizar todas las personas con una patología mental, pero se calculaba en esta fecha que el número se encontraba alrededor de 450 millones de personas en el mundo.
Resulta difícil encontrar una definición común de la patología mental, pero de todas las definiciones leídas los elementos comunes son una serie de síntomas y comportamientos anómalos, que se estudian y clasifican, que generan un malestar en el que los padece y en las personas de su alrededor. Sin hallar un factor de origen concreto, si no que se produce en la interacción de factores físicos, ambientales, cognitivos, emocionales y conductuales.
¿Qué controles existen?
En la actualidad el permiso de conducir se configura como la autorización administrativa en virtud de la cual se permite a un ciudadano conducir un vehículo a motor por la vía pública, previo cumplimiento de determinados requisitos, por lo que la vigencia de esta autorización dependerá de la existencia de unas actitudes psicofísicas adecuadas para la conducción, y estás se evalúan en los centros de reconocimiento médico.
Según el marco legislativo establecido por el Real Decreto 818/2009, será competencia de los centros homologados para la expedición y renovación de los certificados médicos para obtener la licencia de conducción, la identificación en los exámenes médicos de aquellos trastornos mentales que afecten negativamente a la capacidad de conducir del sujeto que se somete a evaluación, además, son los propios conductores los que tienen el deber moral, que no la obligación, de informar de poseer una patología que incida sobre la capacidad para conducir. A priori, no hay un claro responsable para manejar esta dicotomía patología mental y seguridad vial.
Existen una serie de habilidades reguladas que son necesarias para obtener el permiso de conducción, a grandes rasgos, son necesarias tener una correcta capacidad visual, atencional, perceptual, de aprendizaje, pensamiento, procesamiento y solución de problemas, y ejecución psicomotriz durante la conducción. Además, de desarrollar la conducción conforme al orden social y vial establecido. Cognición, voluntad, procesamiento y aprendizaje son los pilares para el desarrollo de la conducción, si se produce un fallo en alguno de estos se desencadena una tormenta de consecuencias negativas que hacen de la seguridad vial una paradoja. Pues bien, estas patologías mentales tienen una gran probabilidad de incidir en una o en todas estas capacidades. Pero ¿cuáles son estas psicopatologías?
Patologías que afectan a la conducción
En el Anexo IV de este Real Decreto, se establece un listado de patologías mentales que pueden limitar la conducción por afectar a la capacidad adecuada para conducir.
Entre ellas están: delírium, demencia, trastornos amnésicos y otros trastornos cognoscitivos; esquizofrenia y otros trastornos psicóticos; trastornos del estado de ánimo; trastornos disociativos; trastorno del sueño de origen no respiratorio; trastornos del control de los impulsos; trastornos de la personalidad; trastornos del desarrollo intelectual; trastornos por déficit de atención y comportamiento perturbador; abuso, dependencia y trastornos inducidos por el consumo de alcohol, drogas y medicamentos; y otros trastornos que no se hayan incluido en apartados anteriores.
Tras realizar el estudio de todas ellas aparecen síntomas como pérdida de memoria, desorientación, falta de empatía, ideas delirantes, alucinaciones, ideas suicidas, ciclotimia del estado de ánimo, pobre autocontrol, nerviosismo, ansiedad, impulsividad, problemas de sueño, distorsión afectiva, inatención, desinterés, distorsión de la realidad, mareos, visión borrosa, fatiga, cefaleas, conductas extrañas, etc., todos estos provocan alteraciones visuales, espaciales, en la percepción de la velocidad, tiempo de respuesta y reacción, respuesta psicomotriz, atención, coordinación y concentración que impedirán un desarrollo seguro de la conducción.
¿Cómo se manifiesta en la conducción?
Y ¿cómo se manifiesta esto en la conducción? Se manifiesta con conductas peligrosas para la vida de los usuarios de la vía como conductas suicidas, cambios bruscos de sentidos, volantazos, conducción agresiva e inesperada, cambios de ritmo, conducir sin respetar las normas viales, exceso de velocidad, conducción temeraria e imprudente, etc., que no solo ponen en riesgo al conductor y sus acompañantes, sino a todos aquellos que estamos en las vías públicas.
Podemos concluir que la patología mental es un grave factor de riesgo en la siniestralidad vial, en función de sus síntomas, estadios y evolución. Además, estos sujetos serán potenciales delincuentes viales ya que cuentan con un elevado pronóstico de peligrosidad al actuar conforme a unas capacidades mentales distorsionadas. Aumentando este riesgo al incorporar los síntomas que provocan los tratamientos farmacológicos a los que son sometidos, sobre todo en las fases primarias en las que ni enfermedad ni tratamiento están controlados, entre los que se encuentran neurolépticos, eutimizantes, benzodiazepinas, y otros, que merman gravemente el estado normal del sujeto. Entre los síntomas que presenta destacan: visión borrosa, somnolencia, mareos, temblores, confusión, alteraciones cognitivas, convulsiones, ataxia, activación paradójica, etc.
Llegados a este punto, es importante remarcar que hay muchos pacientes con patología mental que consiguen un control total de la enfermedad con su tratamiento, lo que les hace llevar una vida y una conducta normalizada; por lo que podrán desarrollar una conducción segura, al igual que el resto de actividades cotidianas.
¿Cómo abordar la solución?
De cara a fomentar la seguridad vial en nuestras carreteras es necesario realizar estudios en este ámbito e invertir recursos que vayan destinados a la prevención. Considero especialmente necesario dar una educación vial desde las instituciones educacionales primarias hasta la obtención del permiso de conducir, que hagan a los sujetos más responsables y empáticos en la carretera, esto sería posible desarrollando planes educacionales con actividades de concienciación y promoviendo la participación en una conducción segura de toda la familia. Apuesto por crear test que faciliten la detección de problemas psicopatológicos en los centros de reconocimiento médico y por la investigación en esta materia. Además, sería interesante incorporar a criminólogos, especializados en la materia, en las instituciones públicas para la elaboración de planes preventivos de seguridad vial e incorporar un informe criminológico que facilite el pronóstico de peligrosidad de cada sujeto que vaya a obtener un permiso de conducir; porque no olvidemos que al conducir llevamos una máquina de matar, sí perdemos su control.
En una utopía de siniestralidad 0 y víctimas 0 en nuestras carreteras, me planteo si ¿cambiar el tratamiento penal de estos sujetos ayudaría a reducir las tasas de siniestralidad y de reincidencia? Por que como ya dijo Concepción Arenal en su día, “odia al delito y compadece al delincuente”, probablemente fomentar un cambio social e institucional en el que se atienda a las circunstancias del delincuente y se traten de manera eficaz sus patologías, daría una revolución que permitiría a las víctimas restituir su dolor y sacar de las calles a potenciales delincuentes que se han tratado y reeducado para vivir en armonía con el orden social.
Algo idílico, ¿verdad?
Laura Estrella Sánchez Sánchez
Graduada en Criminólogia. Máster en Perfiles Forenses de Peligrosidad Criminal por la Universidad Rey Juan Carlos,
Miguel Martín Casillas
Profesor/tutor de la Universidad Rey Juan Carlos del Master en Perfiles Forenses de Peligrosidad Criminal