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Malas prácticas obstétricas, negligencias médicas en el parto, es lo que la ONU denomina violencia obstétrica. Decisiones médicas peligrosas que además desatienden la voluntad de las mujeres embarazadas.

 

Nueva perspectiva sobre las negligencias médicas en el parto

Hoy compartimos un artículo de denuncia muy interesante sobre las negligencias médicas en el parto y el concepto de violencia obstétrica, escrito por una miembro de nuestro Directorio de Abogados/as.

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Se trata de la abogada Francisca Fernández Guillén, especializada en Derecho Sanitario y Responsabilidad Civil, miembro también del Colegio de la Abogacía de Madrid desde 1994. En los últimos 15 años ha trabajado para asociaciones de usuarias de servicios de salud, colectivos profesionales e instituciones públicas en materia de Derechos del Paciente y Bioética, siendo reconocida en marzo de 2019 con el premio a la defensa de los Derechos Humanos en el Nacimiento por la organización Human Rights in Chidbirth.

Cada vez son más las víctimas de negligencias y errores médicos las que se deciden a tomar medidas legales y reclamar contra los profesionales o el centro sanitario negligente. Para nuestra asociación, el caso de las negligencias médicas en el parto, nos enfrentamos no solo a decisiones médicas de riesgo, sino a una desatención completa hacia la voluntad de la mujer embarazada. 

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Las negligencias médicas en el parto y el concepto de violencia obstétrica

España es uno de los países europeos con mayor retraso en la aplicación de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud en materia de atención al parto. La libertad de movimiento de las parturientas se limita frecuentemente y son sometidas sin una justificación válida a procedimientos con un potencial lesivo muy alto.  Las inducciones del parto en nuestro país superan el doble de lo recomendado. 

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La resistencia de los profesionales de la obstetricia a acomodar su práctica a la evidencia científica[1] y a las leyes sobre derechos de los pacientes y usuarios[2] está elevando innecesariamente la tasa de lesiones fetales y maternas, partos instrumentales, ingresos en unidades de neonatología, histerectomías, incontinencia urinaria y fecal de las madres y, en los casos más graves, muerte. El elevado número de cesáreas, en particular en vísperas de festivos y antes del turno de noche, ha sido calificado de “epidemia”. [3] 

El pasado 19 de julio la Relatora Especial de Naciones Unidas para la violencia contra la mujer, Dubravka Šimonović, ha emitido un informe en el que consagra el término “Violencia obstétrica” y denuncia la violencia que sufren las mujeres a manos de los prestadores de salud durante la gestación, el embarazo y el parto en centros de salud de todo el mundo.  El informe de la Relatora de Naciones Unidas es extenso, 26 páginas en las que se desgranan las causas y se ofrecen recomendaciones a los Estados para que trabajen en aras de eliminar una serie de prácticas que categoriza como una forma de discriminación y vulneración de los derechos humanos de las mujeres.  En palabras de Dubravka Šimonović, los Estados deben:

“Establecer mecanismos de rendición de cuentas basados en los derechos humanos a fin de garantizar la reparación a las víctimas de maltrato y violencia, en particular una indemnización económica, el reconocimiento de la conducta inapropiada, una disculpa formal y una garantía de que el hecho no volverá a repetirse.”

 

Malas prácticas obstétricas

“Como abogada especializada en negligencias médicas veo día a día las consecuencias que determinadas prácticas obstétricas tienen para muchas mujeres y sus hijos. He defendido a familias cuyos bebés han sufrido parálisis cerebral o han muerto como consecuencia del abuso de la oxitocina sintética, la maniobra de Kristeller o una pobre respuesta del personal sanitario ante una emergencia. Mujeres a las que se ha operado de cesárea sin anestesia, a las que se ha ocultado por razones ideológicas que el hijo que esperaban padecía malformaciones graves para impedirles interrumpir el embarazo… Especialmente dramático fue el caso de Nancy N., inmigrante sudamericana, madre soltera y empleada de hogar, que fue a dar a luz a su primera hija al Hospital Clínico de Barcelona acompañada únicamente por su compañera de habitación. Su vulnerabilidad la convertía en candidata ideal para la práctica “docente” de fórceps. Cuatro estudiantes intentaron extraer a la niña con el instrumento mientras la tutora les dirigía: “Así no, que le ‘podés’ romper la cabeza” (cita literal del testimonio de la testigo obrante en las Diligencias Previas seguidas en el Juzgado de Instrucción nº 12 de Barcelona). Y se la rompieron. Por supuesto, nadie dijo a esta joven madre cuáles eran la indicación, los beneficios, las alternativas y los posibles riesgos del uso de instrumentos ni se pidió su consentimiento. No se le pidió permiso para que utilizaran estos instrumentos estudiantes y residentes sin la pericia y formación suficientes.”

Por su generalización, brutalidad y lesividad, la episiotomía (cortar la piel y músculos que rodean la vagina para agrandar el canal del parto y acelerar la salida del bebé) merece especial atención entre las malas prácticas obstétricas.  Hace más de 30 años que la ciencia ha constatado que no ayuda al bebé ni evita desgarros. Todo lo contrario, los desgarros más graves son consecuencia de extensiones de la episiotomía desde la vagina hasta el ano. Los daños más frecuentes son el dolor en las relaciones sexuales y la incontinencia urinaria, fecal y/o de gases. Según Mardsen Wagner, anterior Director del Departamento de Salud Materno-Infantil de la OMS, “realizar demasiadas episiotomías ha sido correctamente etiquetado como una forma de mutilación genital en la mujer. El índice de episiotomías del 89 % en España constituye un escándalo y una tragedia” (Wagner, 2000). Desde que Wagner hizo esta declaración las tasas han disminuido mucho, a pesar de lo cual la media actual del 42% en el Sistema Nacional de Salud sigue siendo injustificable.

“El informe de Naciones Unidas refuerza mi convencimiento en que hay que seguir visibilizando la violencia obstétrica y enfrentando las injusticias con todos los mecanismos a nuestro alcance. La incorporación del concepto por parte de la ONU supone un reconocimiento a todas aquellas mujeres que compartiendo el testimonio de su historia personal y litigando han hecho visible lo que hasta hace poco era considerado como meras anécdotas por la mayoría de la sociedad.”

 

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[1] Herrera, Blanca (2006), “Nacimientos gozosos y entrañables en el Hospital. ¿A qué tenemos miedo los profesionales?”, en Blázquez García (ed.), pp. 149-160.

[2] Fernández Guillén, Francisca (2006), “Nosotras parimos. ¿Nosotras decidimos? El consentimiento de la mujer y otros aspectos legales de la atención materno-infantil”, en Blázquez García (ed.), pp. 219-238.

[3] Nacer en horario laboral. ¿Quién asume los riesgos de un parto programado? Recio, Adela y Müller, Ángela. Madrid, octubre de 2016. Publicado en la web de la asociación El Parto es Nuestro https://www.elpartoesnuestro.es/informacion/campanas/informe-nacer-en-horario-laboral

 

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